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miércoles, 24 de junio de 2015

Crítica: Transcendence



Título original: Transcendence

Fecha de estreno: 2014
País: Estados Unidos
Director: Wally Pfister
Guión: Jack Paglen, Jordan Goldberg, Alex Paraskevas, Wally Pfister
Reparto:Johnny Depp, Rebecca Hall, Paul Bettany, Kate Mara, Morgan Freeman, Cillian Murphy, Cole Hauser, Clifton Collins Jr., Josh Stewart, Olivia Taylor Dudley
Duración: 119 minutos

A veces uno se pregunta qué hace que una película que empieza con buen ritmo, tratando un tema interesante y que parece comenzar haciéndolo al menos de una manera decente, empiece a fallar miserablemente en algún punto del metraje.

Transcendence trata el tema de la inteligencia artificial y la llamada singularidad tecnológica , el hipotético punto a partir del cual una inteligencia artificial dejaría atrás a cualquier inteligencia humana. El doctor Will Caster (Johnny Depp) trabaja en el campo de la inteligencia artificial, como su mujer y uno de sus amigos, y tras un atentado por parte de un grupo terrorista que lucha contra el avance de la tecnología, su conciencia es transferida a un ordenador en un experimento pionero. Tras conectarse a Internet, sus capacidades no hacen más que aumentar asombrosamente, al tiempo que su relación con su esposa y su amigo cambia y evoluciona de distintos modos con cada uno de ellos.

El tema da para reflexiones todo lo profundas que se quieran y para darle mil vueltas, más o menos imaginativas, y no será la última película que veamos tratando esta cuestión de candente actualidad, pero Transcendence, tras un prometedor comienzo que parece no tratarlo a la ligera, empieza a flaquear acudiendo a lugares comunes para acabar hundiéndose en el último cuarto de película. Lo que parecía un ejercicio original con un mensaje potencialmente distinto del tópico sobre la inteligencia artificial y la relación de la humanidad con ella se convierte en unos instantes en un amasijo de tópicos y escenas de acción mal y cutremente resueltas para de repente hacerse obvio cual será el final y de paso decepcionar al espectador.

¿Qué falla con Transcendence? Tiene un elenco realmente bueno, pero para su director, Wally Pfister, es su primer trabajo como tal. Ha participado en multitud de películas de renombre (El caballero oscuro, Origen, The italian job...) como director de fotografía, por ejemplo, pero Transcendence es su bautizo como director. Puede que su sentido del ritmo le haya traicionado, o puede que cuatro guionistas sean demasiados. Y es que a veces la cinta parece una unión de varias películas distintas, con sus ritmos y sus líneas argumentales propias. Llama la atención que llega un momento en que todo parece no acelerarse, pero sí precipitarse, en que parece haber prisa por llegar al final con la incapacidad de añadir nada nuevo al argumento que no sean giros efectistas y hacia el final a menudo ridículos: de repente Will es una amenaza que va a ser combatida cutremente con un virus (hola, Independence Day) obtenido y programado de una manera aún más cutre mientras todo parece girar en torno a si Will es un ser autoconsciente y es capaz de amar o no (que parece que sí y que no, a la vez). La supermente que parece ser Will, incapaz pero capaz de amar, es demasiado estúpida como para encontrar una solución a los problemas con su pareja o para convencer de sus bondades a toda la humanidad y es combatida por una alianza entre el ejército, representado por cuatro soldados mal contados, y el grupo terrorista que lo mató cuando era humano en lo que parece ser una ¿falta de medios? del rodaje o, quizás más probablemente, la exigencia por parte de alguna instancia superior por intentar poner algo de acción en la película (craso error) sin parecer una película de Michael Bay.

Como conclusión, vale la pena ver Transcendence siendo consciente de que la película va cuesta abajo poco a poco, que no vas a encontrar una profunda reflexión sobre la tecnología, la inteligencia artificial y la humanidad y que en algunos momentos (pocos, la verdad) tendrás que aguantar esos discursos que a veces dan verguenza ajena en los que se predica sobre un tema sin tener ni idea, dejando salir a la luz un complejo de Frankenstein bien disimulado y disfrazado al inicio de la cinta que acaba surgiendo de manera simplona y absurda hacia el final.

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