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jueves, 2 de julio de 2015

De Tiburón a Jurasic World, 40 años de Spielberg.





Años 60 del siglo XX. Un adolescente cualquiera, cuya auténtica pasión era sin duda alguna el cine, comenzaba a tomar sus primeros planos y filmar sus primeras ideas. Ideas que con el tiempo (poco) se convertirían en iconos de la gran pantalla.

La Historia del Cine se preparaba para acoger a uno más entre sus grandes: Steven Spielberg consiguió combinar como pocos fantasía y dosis de buen humor, aderezando todo con una serie de valores impresos en cada personaje, logrando empatizar con el espectador y consiguiendo que  desee ser o estar allí, con los personajes.

Estas características se convertirán en su firma personal, la marca de la casa. Sin olvidar, por supuesto, la música y el cierre del film: El final feliz.

Pronto aparecen sus primeras oportunidades y el adolescente Steven, ahora veinteañero, empieza con fuerza: presenta Duel, un telefilme titulado en España "El diablo sobre ruedas".
Aun se escucha en las conversaciones de cine que Duel ha sido su mejor trabajo, incluso el mejor trabajo para television. Cierto o no, con este "best ever" dejó asombrados a propios y extraños. Tanto fue así, que el camión asesino le abrió las puertas de los estudios cinematográficos.

En 1974,tras presentar en Cannes "Loca evasión", cae en sus manos el guión de Tiburón. Una película que nadie tenía muy claro como adaptar y en la que no todos los productores confiaban. Un arma de doble filo, vamos.

Sin embargo, Tiburón tuvo buena acogida. el éxito de la crítica y por supuesto comercial no tardaron en llegar. Fue pura magia para los cines, el veinteañero había descubierto un nuevo hechizo cinematográfico que encandilaba al espectador haciéndole pasar por todo un abanico de emociones mientras, impactado, veía aquella película. 
Era combustible para las salas de cine, para los estudios, para el que vendía las palomitas... Una magia poderosa comparable a la de Hitchkock.  (El lector podría pensar que no son cineastas comparables,  sin embargo ambos tienen más puntos en común de los que parece) En cualquier caso, con Tiburón renace un género y una forma de vender películas.


Ahora Spielberg ya no es una simple promesa, lo mejor está por llegar. No quiso ser recordado por la película del camión asesino, ni por la del titán marino devorador de alegres bañistas, así que continuó con paso firme por el sendero de la Ciencia Ficción, siempre con su marca personal en la mochila.

De esta senda salen trabajos como Encuentros en la Tercera Fase (buena película a la que le sobran unos minutos de metraje) o E.T. El Extraterrestre, una oda a la amistad para todos los públicos y autentica sinfonía de momentos memorables ensalzados con las mejores partituras de John Williams.

El juego de luces y magia continúa durante la década del cine de aventuras y buenas intenciones (los 80 del S. XX).  Aquí Steven se mueve como pez en el agua, ofreciendo más trabajos memorables, como el resto de la saga Indiana Jones o Los Goonies.

Ya en los 90, década anodina para el cine (salvo respetables excepciones), el rey Midas vuelve al ataque con una nueva versión de Tiburón, pero esta vez con dinosaurios. Michael Crichton le da la idea y Spielberg la traduce al lenguaje cinematográfico. Lenguaje del que, por lo visto, conoce todos los secretos para que una imagen mental y unas cuantas páginas de guión, se conviertan en los 24 fotogramas por segundo por los que muchos harían un Fausto.

Fausto sin leer la letra pequeña.
 
Poco a poco se fue retirando de la dirección y dedicandose a la producción de películas titánicas, pero de interés menor, como la saga Transformers o la nueva edición del parque de dinosaurios que ha inspirado hasta galletas de desayuno. Desafortunadamente todo se queda en poco más que marqueting. Del bueno, eso si.

Sin duda Steven Spielberg hoy es el rey midas del maximalismo visual de escaso fondo y del entretenimiento palomitero juvenil. Quizá regrese algun día el viejo-veinteañero con ideas fantásticas que contar, con personajes memorables con los que sentir, con más escenas para la historia, otros hechizos y más magia de puro cine.

Pero, mientras llega ese día, recordaremos al gigante oxidado en el espejo retrovisor del coche, a los amigables alienigenas o al profesor/aventurero del fedora.


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