[...] en casos semejantes (de extrema pobreza o necesidad) violentamos
hasta nuestro sentimiento moral; comerciamos con nuestra libertad, con
nuestra vida, con nuestra conciencia, con todo, con todo! ¡Perezca
nuestra vida, con tal que sean felices las personas a quiénes amamos! Y
más aún aceptamos la sutil enseñanza de los jesuitas, transigimos con
nuestros escrúpulos, llegamos a persuadirnos de que es necesario obrar
como obramos, de que la excelencia del fin justifica nuestra conducta.
Raskolnikov - Crimen y castigo - Fiodor Dostoievski.
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